Analizando la Viabilidad de un Impuesto al Tráfico en la CDMX

**Ciudad de México** (17 de marzo de 2025) – La idea de implementar un impuesto al tráfico en la Ciudad de México ha comenzado a tomar relevancia entre los urbanistas y especialistas en movilidad, a raíz de la experiencia de otras metrópolis, como Nueva York. Este nuevo enfoque se basa en la necesidad de aliviar la congestión vehicular que ha afectado a las principales avenidas de la ciudad, así como de fomentar un uso más eficiente del transporte.

En Nueva York, la tarifa de congestión, que se introdujo a principios de este año, cobra a los vehículos una tarifa variable para acceder a ciertas áreas durante las horas pico. Esta medida ha sido el resultado de un proceso exhaustivo que abarcó desde la evaluación de la infraestructura urbana hasta la mediación con la población para asegurar su aceptación.

La implementación de un impuesto similar en la Ciudad de México no sería un simple acto administrativo. Involucra factores clave que deben ser considerados, desde la preparación de la infraestructura de transporte hasta la generación de consenso social. Con una población que utiliza el automóvil como el principal medio de transporte, la propuesta de un impuesto al tráfico podría enfrentar resistencia, no solo por su costo, sino también por la percepción de su eficacia.

Los beneficios esperados de un impuesto al tráfico abarcan desde la reducción de la congestión y mejora en la calidad del aire, hasta la posibilidad de financiar mejoras en el transporte público. Sin embargo, el éxito de esta estrategia depende en gran medida de cómo se diseñe y aplique. Las autoridades tendrían que asegurarse de que los ingresos generados se destinen de forma específica a proyectos que beneficien a los ciudadanos, especialmente en áreas como el transporte público y la movilidad urbana sostenible.

Las experiencias de otras ciudades son reflexiones valiosas en este contexto. En el caso de Nueva York, la tarifa de congestión ha sido implementada con una estructura flexible, que varía según la hora del día. Este tipo de ajuste podría ser una consideración importante para adaptar el sistema a la realidad de la Ciudad de México, donde las dinámicas del tráfico son notoriamente distintas.

Mientras la discusión sobre el impuesto al tráfico avanza, es primordial comprender que cualquier medida en este sentido requerirá no solo un marco legal sólido, sino también una estrategia de comunicación efectiva que logre informar y educar a la población sobre los beneficios que podría traer esta política.

En conclusión, la aplicación de un impuesto al tráfico en la Ciudad de México podría funcionar, pero implica un análisis cuidadoso de los elementos que han guiado a otras ciudades en su implementación. La clave radica en asegurar que el sistema favorezca no solo la eficiencia del tráfico, sino que también mejore la calidad de vida de los habitantes, ofreciendo alternativas viables y mejoradas en términos de movilidad y transporte.